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Luz solar: ¿protectora o villana?

Luz solar: ¿protectora o villana?

Por: Melissa Magarici

En contraste con los repetidos avisos sobre el sol y el cáncer de piel, algunos científicos han explorado una noción casi herética: los rayos del sol podrían protegernos de otros tipos de cáncer. La idea no es nueva, dos dermatólogos la propusieron hace 22 años. Su teoría era que la vitamina D producida por la piel cuando es expuesta al sol, de alguna forma previene el crecimiento de células malignas.


Al principio. la mayoría de científicos se burlaron de toda esta noción. La vitamina D, después de todo, era conocida por su función principal de mantener los huesos fuertes. Pero después de dos décadas de investigación, la posibilidad de que la sustancia pudiera tener algún poder anticancerígeno ya no parece tan descabellada.

Mientras la hipótesis que relaciona la falta de sol y la vitamina D al cáncer sigue siendo controversial, algunos investigadores creen en la vitamina D como un posible remedio. Actualmente se realizan pruebas clínicas para comprobar si la vitamina o componentes similares pueden tratar tumores o reforzar quimioterapia.

La luz solar suple al cuerpo de aproximadamente el 90% de su vitamina D. Los rayos ultravioleta ayudan a la piel a producir una forma inerte de la sustancia, que después es convertida en una forma activa, por medio de una hormona llamada calcitriol.

Hace 80 años, la deficiencia de vitamina D debida a inadecuada exposición solar causaba enfermedades óseas en los niños. Durante décadas, los expertos creían que la vitamina únicamente protegía a los huesos.

Pero en 1980, los Drs. Cedric y Frank Garland, dermatólogos y hermanos, sugirieron la hipótesis que algunos tipos de cáncer ocurrían por falta de sol y vitamina D.

Otros científicos sugirieron que la disminución en los niveles sanguíneos de vitamina D también conducía al cáncer de próstata, notando que esto ocurría más frecuentemente en negros que en blancos. Los negros corren menos riesgo de cáncer en la piel ya que la oscuridad de la misma sirve de escudo contra los rayos solares. Pero la piel oscura, puede explicar la mayor frecuencia de tumores de la próstata.

“Si cree que los rayos del sol causan cáncer, puede utilizar la misma evidencia para argumentar que la luz solar previene otros,” dice el Dr. Schwartz, “los hombres en Maine tienen una probabilidad 50% mayor de morir por cáncer de próstata que los hombres en Florida” agregó.

Los estudios de los Drs. Garlands, Schwartz y otros, han demostrado que la gente que vive en lugares relativamente carentes de luz solar, o con bajos niveles de vitamina D, aparentan tener un mayor riesgo de distintas variedades de cáncer. Recientemente, investigadores del instituto de cáncer reportaron que las probabilidades de morir por cáncer de mama, colon, ovarios o próstata disminuyeron en aproximadamente 27% comparativamente con las personas que viven en áreas más soleadas, basado en certificados de defunción en 24 estados de los EE.UU.

“La teoría está siendo sustancialmente apoyada,” dice el Dr. Garland, un profesor médico de la Universidad de San Diego, California. Él considera que simplemente cumpliendo con los requerimientos recomendados para la vitamina D, puede contribuir a prevenir varios tipos de cáncer. Sin embargo, ingerir 2.000 o más unidades de Vitamina D por día, puede resultar tóxico.
Algunos críticos argumentan que los reportes de los dermatólogos no comprueban que la deficiencia de luz solar y vitamina D causan tumores. “La evidencia es sugestiva, pero no es 100% comprobable.” Dijo el Dr. Donald Trump, presidente del servicio de medicina del Roswell Park Cancer Institute en Buffalo. Los estudios de observación no descartan otros factores como la genética y la dieta.

“Yo considero que hay algo de cierto,” dijo el Dr. John Milner, un investigador de nutrición del Instituto Nacional de Cáncer. “Sin embargo, los hechos no son lo suficientemente convincentes.”

Luego de 20 años de investigación, se ha descubierto que las células de la próstata inclusive producen esta hormona ellas mismas. “Es suficiente inhibir su crecimiento” argumenta. Los andrógenos son el acelerador que hace crecer a la próstata, pero “la vitamina D es el freno”.

En cultivos de laboratorio, grandes dosis de vitamina D o de la hormona calcitriol pueden inhibir la proliferación de células cancerosas. Algunos experimentos han demostrado que los componentes de la vitamina D convierten las células tumorales en células normales, evitan su replicación e inclusive pueden eliminarlas.

La investigación no aclaró la posibilidad de que el calcitriol pueda ser una potente forma de terapia para el cáncer. El mayor obstáculo ha sido la seguridad. Para lograr altas concentraciones de vitamina D que produzcan los beneficios anticancerígenos en el laboratorio, los investigadores consideran que se necesitarían dosis extraordinariamente altas, que pueden ser tóxicas, aumentan los niveles de calcio en la sangre, causan vómitos, pérdida de peso, e incluso osteoporosis. El Dr. Trump y sus colaboradores solucionaron el problema, ofreciendo altas cantidades a pacientes con cáncer solamente una a tres veces por semana.

El Dr. Tomasz Beer, un oncólogo, también ha probado varias dosis de calcitriol, solas o con algún otro tratamiento, contra el cáncer de próstata. Durante una reciente conferencia él y sus colegas presentaron la primera evidencia clínica de que la vitamina D pueda mejorar la efectividad de la quimioterapia.

Mientras tanto, laboratorios alrededor del mundo también están trabajando para lograr versiones más seguras del calcitriol, que eliminen sus efectos tóxicos. Se está estudiando algunos de estos sustitutos de vitamina D en pacientes con cáncer. El Dr. Schwartz está conduciendo experimentos con una droga llamada “Templar” en hombres con cáncer avanzado de la próstata.

La compañía europea Leo Pharma, de Coppenhagen, está comparando un compuesto llamado “Seocalcitol” contra placebo en 1.100 pacientes con cáncer de hígado. Aunque las terapias basadas en vitamina D parecen prometedoras, el Dr. Schwartz dice: “ La prueba del ácido está ahí, dónde estará en tres años?”

Dentro de aproximadamente cinco años, los investigadores esperan encontrar una respuesta.

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