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Soy un buen papa?

¿Te sientes culpable?

Como papá, muchas veces te preocupa no estar a la altura de tu pareja en lo que al cuidado de los niños se refiere, o cometer errores al momento de educarlos, ¿verdad? Buenas noticias para ti: muchos de tus temores paternales no sólo están mal fundamentados, sino que además pueden ser disipados en un 2 x 3

Equipo Editorial de MIS NIÑOS Y YO

La mayoría de los papás tienen que lidiar todo el tiempo con sentimientos de culpa. Si trabajan demasiado, se sienten mal porque no están en casa con la familia. Tampoco brincan de alegría si les ponen muchos límites a sus hijos. Lo mismo sucede si les ponen pocos. Y más vale que los niños tengan algún tipo de problema, porque seguramente se sienten culpables por el resto de sus vidas.


Normalmente, la preocupación de hacer las cosas mal es una constante cuando de educar a los pequeños se trata. Pero, es importante diferenciar entre la culpabilidad negativa –aquella que evita que funciones adecuadamente y la productiva, que te permite analizar lo que haces y modificar tus métodos si no son los más apropiados.

Por otro lado, es posible que te sientas mal por la manera en que reaccionas cuando los niños se ponen insoportables. Todos podemos decir o hacer cosas en momentos de frustración y estrés, de las que luego nos arrepentimos. Pero, la clave es aprender de los sentimientos de culpa, de modo que sea factible reaccionar diferente en la próxima ocasión.

“No soy un buen papá”
Es muy difícil para muchos aceptarse como buenos padres, especialmente cuando suponen que otros están haciendo una mejor labor. Si sientes que eres el único que no puede con sus propios hijos, tu culpa se dispara desproporcionadamente.

Lo mejor que puedes hacer en una situación como esta, es conversar con amigos o familiares que tengan hijos también. Te darás cuenta de que todos ellos piensan igual que tú y que cada uno debe lidiar con problemas distantes que, en ocasiones, sienten que se les escapan de las manos. Considera que los únicos estándares para medir tu éxito como papá, son los que tú mismo te impones. Así que date permiso para cometer errores (todos lo hacemos) y estar conciente de que cuando de ser padre se trata, no hay más remedio que aprender en el camino.

“Pensé que nunca haría eso”
Incluso antes de que sus hijos vengan al mundo, muchos padres están convencidos de que serán excepcionales en su rol: no los dejarán ver televisión excesivamente ni disfrutar de juguetes bélicos, por ejemplo. Y, más aún, están seguros de que no cometerán los mismos errores que sus padres cometieron con ellos. Pero, repentinamente, les pega en la cara la vida real y se dan cuenta de que están repitiendo de manera automática, los mismos patrones.

Debes reconocer que es muy fácil ser un papá perfecto cuando de teoría se trata, pero en las situaciones del día a día, la mayoría debe modificar sus preceptos. También es importante tener en consideración que los comportamientos aprendidos de los padres son extremadamente difíciles de modificar.

De hecho, se necesita mucho esfuerzo y auto determinación para crear nuevos patrones que te permitan actuar de la mejor manera en las múltiples situaciones a las que te enfrentas diariamente cuando tienes hijos. No seas tan duro contigo mismo: si sientes que estás por hacer o decir algo de lo que te puedas arrepentir, date un tiempo para pensarlo mejor.


“No debería tomarme tiempo para mí”
Por supuesto que debes satisfacer tus necesidades individuales, pero cuando lo haces, te sientes mal por no estar con tus pequeños, ¿o no? Así, poco a poco, vas perdiendo el gusto que sentías al reunirte con amigos o practicar un deporte, por ejemplo, y más de una vez sacrificarás tus deseos porque sientes que debes pasar más tiempo con los niños.

Tan impactante como pueda sonar, el papá que se la pasa sacrificando sus necesidades para estar con sus hijos, no está haciéndoles ningún favor. Lo más seguro es que si dejas a un lado las cosas que disfrutas haciendo solo, terminarás sintiéndote estresado y amargado: recuerda que todos necesitamos dedicarnos un tiempo a nosotros mismos.

Debes saber que si sigues tu rutina habitual, eventualmente los niños se acostumbrarán a ella y podrán sacar mejor provecho de los momentos que comparten contigo.

“Debería haberlo sabido”
Muchas veces, los papás se culpan innecesariamente por tener un juicio errado de las cosas o por no saber qué hacer en una determinada situación. Pero, lo cierto es que es muy difícil conocer las respuestas a todas las interrogantes que ser padre genera –aun cuando en teoría pienses que debas conocerlas.

Evita culparte de los errores cometidos y concéntrate en aprender de ellos. Claro que también es necesario que tengas la mayor cantidad de conocimientos que te permitan solucionar los problemas que se presenten con los niños, pero si en algún momento no tienes ni la más mínima idea de lo que deberías hacer o simplemente actúas erradamente, no te pongas mal: piensa que lo estás haciendo un gran esfuerzo y que esta nueva experiencia te ayudará a ser un mejor papá en el futuro.

“Piensan que no lo hago bien”
Es difícil aceptar las críticas que tu pareja, familiares e incluso amigos puedan hacerte sobre la manera en que educas a tus hijos. Lo más seguro es que las personas que se atrevan a comentarte las fallas que observan, sean muy allegadas a ti, de tu entera confianza. Y aunque seguramente lo hacen con la mejor de las intenciones, lo único que escucharás será: “lo estás haciendo mal”.

Cuando las personas que aman te critican, lo que en verdad quieren decirte es: “esto es lo que haría si fuese tú”. Si puedes aceptar su consejo sin tomártelo de forma personal –es decir, sin pensar que es un signo de que eres incompetente o no cumples los parámetros necesarios para ser un buen papá– lo más seguro es que te sientas a gusto con sus comentarios. Además de escuchar las sugerencias que te hagan, es importante que las consideres cuidadosamente. Si, por el contrario, sientes que tienes la razón, mantente firme en tu postura y agradece la opinión que tus seres queridos ofrecen.

“No les gusto a mis hijos”
“Eres malo”… “No me quieres”… “No es justo”… “Mi mamá me trata mejor que tú”... y la lista puede seguir al infinito. Este tipo de comentarios –aun cuando provengan de un pequeñín de 4 años– pueden herir profundamente. Luego, el sentimiento de culpa es tal, que estarás listo para darle permiso de lanzarse por un barranco con tal de que diga que eres el mejor del mundo.
No caigas en este juego que puede tornarse en una poderosa herramienta manipuladora por parte de los niños: ten en cuenta que ellos no pueden juzgar de manera objetiva tus habilidades como padre y que es un error ceder ante sus comentarios, por más dolorosos que sean.

La mejor manera de responder a este tipo de inocente –y muchas veces inadvertido, por parte de los hijos– chantaje emocional, es reconocer los sentimientos del niño, pero no ceder a sus demandas. Explícale que comprendes su molestia, pero que no puedes permitirle hacer lo que quiera siempre.
Y sobre todo, intenta no ponerte a la defensiva: el asunto no es acerca de ti ni de cuán amoroso eres con tu hijo, sino de imponer límites y demostrarle al niño que cuando le dices que “no”, es porque lo amas y eres, verdaderamente, un excelente papá.
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