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Nunca es tarde para ser el mejor papá

Nunca es tarde para ser el mejor papá
Quizá la relación con tu hijo no sea todo lo que tú quisieras que fuera ¿Te preocupas demasiado porque dices o haces menos de lo que debes? Cálmate: nunca es tarde para darle un giro a tu vida y convertirte en el papá que quisieras ser


Grupo Editorial Mis Niños Y Yo
La mayoría de los hombres van a la paternidad con grandes esperanzas: esperan tener la energía necesaria para ser cariñosos, responsables y juguetones con sus hijos. Pero, una vez que están ahí, la realidad se hace presente y a veces no pueden creer lo furiosos que se ponen con los niños que tanto aman.

Sólo se necesitan unos cuantos problemas mal manejados para se decepcionen de sí mismos como padres y den paso al sentimiento de que quizá su pareja lo hace mejor.

La cuestión es que muchas veces, al igual que hay expectativas acerca de lo que significa ser un buen papá, hay también cero tolerancia para los errores y eso genera un gran sentimiento de culpa cada vez que hay equivocaciones. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que la única cosa que le hace daño permanente a los hijos, es pensar -precisamente- que papá les está haciendo un daño permanente.

Afortunadamente, los ciclos pueden ser interrumpidos: reprogramar tu forma de ser como papá es igual a reprogramar cualquier otro aspecto de tu personalidad o de tu vida. Al establecer un patrón de conducta calmada y racional, puedes acabar con los comportamientos que te impiden convertirte en el padre que deseas ser.

Adictos al trabajo

Muchos papás sienten que su exclusiva labor en la familia es dedicarse completamente al trabajo, de modo que puedan proveer un estilo de vida cómodo. No es difícil convertirse en un adicto al trabajo: lo único que se necesita es ser bueno en lo que se hace y tener ganas de hacerlo. Pero es importante preguntarse a costa de quién.

Cuando estás soltero, nadie depende de ti pero al casarte y tener hijos, ya debes responderle a otras personas que necesitan no solamente de tu apoyo financiero, sino más importante aún: de tu amor. Descuidar este aspecto es altamente perjudicial para el niño y es necesario intentar establecer un equilibrio entre el tiempo dedicado al trabajo y a la familia.

No te preocupes, puedes solucionar el problema sin necesidad de renunciar a tu trabajo: contrata un asistente personal en quien puedas confiar para que te ayude un poco. Otra opción es almorzar con tu familia y luego volver al trabajo, o establecer un horario específico que te permita estar en casa a tiempo para compartir unas horas del día con tu pequeño.

Un eslabón en la cadena

Es común ver en nuestros hijos actitudes que reflejan las nuestras a su edad. Pero, si el comportamiento es negativo -como poca capacidad de sociabilidad u hostilidad hacia sus compañeros de clase- puede que te preguntes si no estás transmitiendo a tu hijo, de alguna manera, las conductas que tenías cuando eras pequeño. Sin duda, esto puede traer repercusiones que afecten la forma en que se desenvuelve la relación padre-hijo.

Digamos que tú fuiste tímido de niño y que tu hijo lo es ahora. ¿Será porque siempre estás encima suyo sobreprotegiéndolo en todo lo que hace? ¿Puede ser que te preocupes demasiado, tanto así que no lo dejas hacer nada sin darle primero una advertencia? Es posible que -sin querer- estés minando la confianza que apenas comienza a surgir en tu hijo. Por ello, necesitas más bien darle apoyo y confianza en sí mismo.

De nuevo, lo importante es que encuentres un balance entre aquello que realmente amerita preocupación y lo que debes dejar pasar sin prestar mayor atención. Además, es recomendable establecer un buen diálogo entre padre e hijo de modo que puedan discutir acerca de las preocupaciones, aspiraciones y logros de ambos.

El negociador

Hay padres que son extremadamente suaves a la hora de imponer disciplina, aún cuando el rol disciplinario viene muy asociado con la figura paterna. El niño puede aprovechar esto para salirse con la suya en el mayor número de ocasiones posibles: discutir, argumentar, suplicar, lloriquear, son todos instrumentos ante los que el papá sucumbe.

No se trata de que seas totalmente intransigente, pero si sabes que tienes que castigar al niño, no dejes que te convenza de lo contrario. Intenta mantenerte firme, recuerda que la disciplina es un elemento clave al momento de educarlo.

Tu hijo puede ser en extremo manipulador si tú se lo permites, pero es importante que evites caer en su juego de discusiones sin sentido. Otra cosa que debes tomar en cuenta, es establecer una relación entre la mala conducta y el castigo, de modo que el pequeño comprenda que la responsabilidad de las cosas que haga es suya. Si, por ejemplo, el niño no quiere hacer sus deberes porque está viendo televisión, no lo castigues quitándole el postre en la cena: prohíbele ver televisión por un tiempo.

¿Gritando se entiende la gente?

También es común encontrarse en situaciones desesperantes: ¿qué papá puede decir que su hijo no ha sido "tremendo" en algún momento? De hecho, muchas veces se piensa que le pasa algo a un niño que esté muy tranquilo. Entonces, aceptemos el hecho de que nuestros hijos son inquietos y pueden sacarnos de quicio en algunos momentos.

Cuando estamos molestos, podemos adoptar actitudes que no son propias de nosotros, como gritarle a un niño pequeño, por ejemplo. Es curioso que alguien alce la voz para dirigirse a una persona pequeña e impresionable -sobre todo si no tiene ningún problema auditivo ¿Qué nos hace pensar que con un alarido vamos a hacernos entender mejor?

Es posible que el niño se quede tranquilo si le gritas, pero no porque haya entendido lo que quieres decirle, sino porque tus gritos le han advertido que estás molesto. Además, el mensaje que le envías es: "cuando pase algo que te incomode, una reacción violenta es la mejor manera de solucionarlo".

Lo que ocurre en la mayoría de los casos, es que luego de uno de estos "ataques de rabia", el papá se siente culpable: nadie quiere dejar que un momento de furia nuble el verdadero sentimiento que tiene hacia su hijo. Pronto te encuentras en un círculo vicioso: te enfureces, gritas, te arrepientes. Y así se crea un hábito difícil de erradicar.

¿Qué puedes hacer? Primero intenta mantener siempre la calma (al principio no será fácil, pero luego notarás cómo vas adquiriendo control en tu vida) y no dejes que ninguna situación te saque de tus cabales -especialmente si es una tontería. Segundo, ten en cuenta que el niño no comprenderá mejor por el simple hecho de que le grites. Y, por último, intenta explicarle lo que te molesta de manera que pueda él comprender lo que está haciendo mal.

Ser papá incluye muchas cosas que van más allá del simple hecho de brindar seguridad económica al niño; es necesario que aprendas a demostrarle cuánto lo quieres: algo que no solamente se dice, sino que se muestra con buenas acciones.
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