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Infedelidad es natural?

Infidelidad
"Los seres humanos estamos hechos para ser infieles, el asunto es que un comportamiento de traición a la pareja no está contemplado dentro de nuestros valores culturales", asegura el sexólogo Roberto de Vries.
Por María Consuelo de Lleras 




La relación de pareja, desde tiempos inmemoriales, se ha constituido en uno de los "contratos" más difíciles de cumplir: incompatibilidad de caracteres, disparidad de opiniones en lo que se refiere a la educación de los hijos, escasa comunicación en términos sexuales e infidelidad son algunos de los argumentos más usados para romper el vínculo, sin olvidar que la última ha causado más de una tragedia familiar y ha servido de tema central para dramas, comedias y hasta guerras: o si no que lo diga Homero, el autor del poema épico La Iliada.
Lo cierto es que la infidelidad no es un tema fácil de abordar. De hecho, su connotación de mayor o menor incidencia en una relación depende mucho de las pautas culturales que marquen a cada uno de los miembros de la pareja. Cada cual tiene arraigado un concepto de lo que es ser fiel y actúa en consecuencia.
Cuando las ganas se juntan
Un vecino-quien, por obvias razones no quiso identificarse-, está seguro de que no es cierto eso que dicen por allí de que es infiel quien siente que su pareja le falla en algo y, en compensación, sale a buscar ese algo por ahí. "Yo creo que la infidelidad es un acto impulsivo y hasta divertido. A mí me gusta sentir que me estoy escondiendo y que voy a disfrutar de un vacilón por ahí, aunque tenga que inventar cualquier cantidad de excusas para poder distraer a mi esposa mientras salgo con alguien. Si tengo ganas de vivir una aventura y la ocasión se me presenta con otra persona que está en el mismo plan, voy directo. Es como dice la canción: ... 'quererse no tiene horario ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan'.
Esa es nuestra naturaleza
"Los seres humanos estamos hechos para ser infieles -asegura el sexólogo Roberto de Vries--. El asunto es que un comportamiento de traición a la pareja no está contemplado dentro de nuestros valores culturales. En todo caso, existen cuatro tipos de infidelidad: cuando la persona tiene relaciones sexuales con otra diferente a su pareja (es la más castigada culturalmente); la emocional (cuando te enamoras de otro que no es tu compañero habitual); la de tipo social, muy conocida y evidente cuando alguno de los dos dice: 'seguro que ya te vas con tus amigotes (o amiguitas, según sea el caso)...' y la de tipo económico que se refiere al hecho de que se distribuya la entrada monetaria de la familia, para solventar necesidades de otra familia que se haya formado simultáneamente".
Pero... a todas éstas, ¿por qué somos infieles?
Roberto de Vries explica que en la relación de pareja existen varias etapas: "La primera es la del enamoramiento, cuando un ser humano se siente impactado por el otro y se genera una codependecia psicológica. Se entra en un proceso de infatuación que puede durar desde pocas horas hasta dos años. Aquí no se es infiel, porque hay obnubilación".
Después, dice el sexólogo, se abre paso al tiempo de las negociaciones. "Es decir, ya no te sacrificas por lo que le gusta al otro, sino que haces lo que a ti te provoca. Es cuando realmente se decide si se quiere seguir o no adelante. En esta etapa puede haber infidelidad. Siete u ocho años más tarde, la pareja comienza a analizar la parte de la conveniencia: hay hijos, propiedades en común, negocios, amigos, un círculo social concebido: si hay infidelidad, uno y otro se hacen los de la vista gorda".
Víctimas y victimarios
Cuando uno de los miembros de la pareja mantiene al otro, el segundo se siente limitado en lo que se refiere a su dignidad y a su libertad, es la víctima, explica Roberto de Vries. "El victimario generalmente es egocéntrico y se siente autosuficiente. Esto quiere decir que la imagen de poder, ante los hijos, por ejemplo, la tiene este último porque hoy día la dinámica de la familia se mueve entre ganadores y perdedores".
Y añade:
- Puede ser que los dos miembros de la pareja sean profesionales, productivos y exitosos pero siempre uno de ellos se verá como quien lleva la batuta en casa y su ejemplo es el que seguirán los hijos. Si ellos ven que éste es infiel, cuando crezcan y conformen sus propias familias, seguramente repetirán el mismo comportamiento. Los niños aprenden que el que es exitoso es el que tiene el poder. En este caso, no hay cuestionamiento entre lo bueno y lo malo.

En todo caso, la infidelidad duele y deja secuelas en la familia. Quizá para evitar esto es que, en países como México, se creó el movimiento Swinger, el llamado "de la amplitud de acción en la conducta sexual de las parejas y matrimonios". Esto es, para sus seguidores, el fin de la infidelidad porque las dos partes toman la decisión de respetar y aceptar la verdadera naturaleza de cada cual, sin engaños, sin dobleces.
O ¿qué piensa usted del sustento teórico de este movimiento según el cual, por acuerdo de ambos cónyuges, cualquier acto sexual de los dos, aunque sea con una persona diferente, se convierte en una actividad de la pareja, sean ambos actuando activamente o uno activo y el otro pasivo? Tácitamente, ambos están siempre presentes por el simple hecho de que la "aventura" de él o ella es parte de un pacto, parte de un compromiso de amor y de entendimiento pleno.
No es asunto de dos
El caso estriba en que el ser infiel puede tener escasos afectados si los hijos no existen, pero ¿qué diría María Gracia Rodríguez (hoy de 31 años) quien siente marcada su vida por la infidelidad de su padre, cuando ella tenía 16? Después de leer este y otros casos, saque sus propias conclusiones.
"Nunca lo hemos olvidado"
"Yo tenía 16 años y mi hermano 12. Formábamos una familia feliz hasta que nos dimos cuenta de que mi papá, Arturo, tenía otra mujer. Era su compañera de trabajo. Al principio, pensamos que se trataba de algo pasajero, pero luego nos dimos cuenta de que compartían un apartamento, mientras mi papá pretendía continuar presentando una imagen inmaculada en casa", recuerda María Gracia. - Mi mamá sufrió mucho -continúa- y tratamos de que ella se arreglara y saliera para ver si mi papá pensaba que ella también tenía otro y recapacitaba. Yo fui a ver a la amante muchas veces y la enfrenté, pero fue en vano. Los espié e, incluso, llegué a meterme a la cocina de los restaurantes y comprar a los mesoneros para que le derramaran la sopa encima a la mujer que nos estaba quitando a mi papá".
Por último, mamá e hija fueron hasta la oficina de Arturo y le exigieron que despidiera a la amante, después de contarle todas las vicisitudes que había pasado la familia "porque la mujer creyó que tenía la sartén por el mango y llegó al punto de darse el lujo de llamar a mi papá por teléfono a nuestra casa. Era una descarada".
La relación ilícita de Arturo terminó finalmente. "Mi mamá y él se reconciliaron. De hecho, después nació mi hermanita Lucía. Pero tanto mi hermano como yo tenemos presente ese pasaje de nuestras vidas en el que pensamos que la familia se desmembraría. Después de eso, jamás permitimos que mi papá nos llamara la atención o corrigiera porque ¿con qué moral podría hacerlo? Quizás mi mamá lo perdonó, pero nosotros, jamás. Si a mi esposo se le ocurriera serme infiel, yo lo mato".
¿Será que existen hombres fieles?
Tres muchachas reunidas en un restaurante toman café, mientras comparten, con mucho entusiasmo, opiniones de algún tema que, a juzgar por su actitud, debe ser muy apasionante.
La reportera de Mis Niños & Yo se acerca a la mesa y, después de presentarnos, lanzamos la pregunta de rigor: ¿Qué opinan ustedes de la infidelidad?
La primera en contestar es Gabriela. Comprendimos su afán de responder al conocer su caso: "Yo sufrí mucho por causa de la infidelidad. Tengo 27 años y hace tres iba a casarme con Javier, mi novio desde hacía dos años. Ya estaba todo arreglado, sólo faltaban pocos meses para la boda. Una tarde, un amigo nuestro me llamó para decirme que Javier me era infiel desde hacía algún tiempo. Si quieres comprobarlo -me dijo- ve al restaurante donde están juntos en este momento. Así lo hice y efectivamente lo encontré con la otra, una muchacha que yo conocía de vista. Me sentí tan mal que no tuve el valor de acercarme a la mesa. Creo que no hice lo correcto. Luego él me llamó y lo negó todo pero yo estaba tan decepcionada que no quise verlo más. Fue muy difícil reponerme, sentía mi autoestima por el piso y no cesaba de preguntarme: ¿qué tiene ella que no tenga yo?".
Susana, de 21 años, contesta brevemente: "Las mujeres son tan infieles como los hombres pero pienso que ellas tienen mayor culpa porque andan metiéndosele por los ojos a los hombres".
Helena tiene 24 años y es la última en responder: "Creo que traicionar a la pareja es una ideología en Latinoamérica. Hombres y mujeres estamos al mismo nivel: móntame cachos que después sigo yo. Ser fiel es imposible, especialmente para la parte masculina de la pareja. Yo me pregunto: ¿Será que existen hombres fieles? Y, de ser así, ¿dónde los buscamos?"
Después de recopilar estos testimonios, uno se pregunta si realmente tiene algún sentido tratar de conformar una pareja estable. Aunque nos tachen de caducos, seguimos creyendo que el amor es un sentimiento demasiado sublime por el que vale la pena luchar. Lo importante de todo esto no es si eres mejor o peor por haberle montado los cuernos a tu pareja, sino cuánto daño puedes hacerle a los seres que amas al buscarte aventuras que, a lo mejor, lo que pueden dejarte es un mal sabor en la boca. Y si la idea es, como dice el vecino, "tener un vacilón por ahí", pues sería mejor dedicarse a eso en vez de atentar contra los sentimientos de quienes nos quieren con sinceridad.

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