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Los que se pelean ¿se aman?

Los que se pelean ¿se aman?

Sí, es la misma frase que tanto escuchaste de pequeña cuando tu hermana te pillaba discutiendo con algún amiguito o compañerito de clase. Ahora has crecido y, de hecho, te la pasas gruñéndole a tu pareja. Lo amas, pero no puedes evitar discutir con él. ¡Era verdad entonces!: los que se pelean se aman... ¿o no?


Equipo Editorial de Mis Niños y YO

Desde que tienes memoria, recuerdas que todo el mundo te advierte una y otra vez: del odio al amor hay un paso muy pequeño. Cuando dices que no soportas a algún compañero de trabajo o que tu última pareja te tiene verde con todos sus rollos, la máxima intenta aplicarse: los que se pelean se aman. Pero bueno, pasarse la vida discutiendo por cualquier tontería con tu pareja no parece ser la mejor forma de demostrar lo que sienten el uno por el otro. Tampoco puede decirse que es ejemplo de una relación amorosa ideal.


Hay muchas formas de expresarle los sentimientos que te embargan cuando piensas en él. No entendemos por qué supones que discutir es una de ellas... de hecho, las peleas deben ser “guardadas” para los momentos que verdaderamente lo ameritan. Si no, después te pasará como al niño de aquel viejo cuento, y cuando venga “el lobo”, nadie te tomará en serio.

Polemizar es todo un arte que no debe ser tomado a la ligera: demasiadas discusiones tontas pueden erosionar la relación de pareja. Además, de ser imprescindible la discusión, siempre hay formas más inteligentes de decir las cosas: tus críticas pueden ser destructivas o, sencillamente, comunicativas. ¿Cuál opción crees que los unirá más?

De fondo y forma

Gritos, pataletas, insultos, malas caras... cuando de una pelea se trata, estas son tus armas y utilizarlas de una u otra manera, tu estrategia. Cuando los ánimos se enturbian, los gritos fluyen de las bocas de ambos sin que siquiera lo noten, hasta que es demasiado tarde: ha comenzado la batalla y ambos darán todo por ganarla.

De acuerdo a las creencias populares, las mujeres tendemos a someternos con mayor frecuencia a las disputas cálidas, con gritos y rabietas llenas de sentimientos. Los hombres, según dicen, prefieren una estrategia de guerra fría: ya sabes, se alejan, están tensos y se muestran poco emocionales. Bueno, para empezar es importante partir de un precepto: todo esto no son más que habladurías pues ambos sexos, por igual, caen en uno u otro renglón, de acuerdo a la personalidad de cada cual y la gravedad con la que enfrenten la discusión.

Las criticas duras y crueles, así como las palabras despectivas, siempre duelen. Si te tratan mal – aun cuando sea sólo de verbo y no de acción – te sientes incómoda. Pero, si además tu pareja emplea un tono descortés y desagradable, el efecto puede llegar a ser verdaderamente mortal. Por ello, intenta ponerte siempre en los zapatos del otro: antes de decir algo desagradable, piensa en lo que sentirías tú si él fuese el que pronunciara tan amargas palabras. Valora las consecuencias: ¿valdrá la pena sumirse en una discusión o pleito por un pequeño detalle? Respira profundo y piénsalo dos veces... quizá sea mejor no ser la propiciadora del conflicto.

Actitudes bélicas

Son tantas las actitudes que se ponen de manifiesto en estas batallas cotidianas, que saber cuál debes adoptar puede significar el éxito o fracaso de la discusión (en dos platos, que todo termine bien o mal). Sin embargo, ten en cuenta que no existe una fórmula universal capaz de llevar a buen termino todas las desavenencias: de hecho, lo que puede funcionarte una vez, también puede ser el talón de Aquiles en otro momento. Debes tener el tacto suficiente, para saber qué hacer – y qué no – cuando las cosas comiencen a enturbiarse.
* La pelea abierta
Esta estrategia suele conducir al fracaso, aunque en ocasiones puede producir un efecto positivo. Sabes que cuando la marea sube hay pelea y cuando baja, sólo discuten. Aún así, cualquiera de las dos te da igual, porque no le temes al enfrentamiento. Si por casualidad te cruzas con el conflicto, le haces frente con coraje y sin complejos de ningún tipo. Esta opción es especialmente útil si verdaderamente sientes que tienes la razón. Entonces puedes intentar defender tu punto con fuerza, aunque no es recomendable que caigas en juegos infantiles de dimes y diretes. Recuerda que estás más allá de eso.
* La huída desconsolada
Intuir la pelea y echar a correr, evitando la situación desagradable que un comentario malintencionado puede desatar, es una opción válida también. Sin embargo, ten en cuenta que no puedes tapar el sol con un dedo: si el problema es grande, seguramente reventará por varios lados... tarde o temprano lo hará. Por tanto, esta estrategia sólo debe ser puesta en práctica cuando una tontería cualquiera amenace con convertirse en la excusa adecuada para iniciar una pelea.
* La resignación
¿Qué acaso te has convertido en una mártir? De vez en cuando puedes aguantar reclamos – en especial cuando sabes que los mereces – pero no es posible que siempre te llueva encima sin que siquiera se te ocurra sacar un paraguas para protegerte. La resignación suele conducir a dos caminos: una explosión de furia repentina y desproporcionada o la sumisión constante que se torna aburridiza. Cualquiera de las dos, conduce al final de la relación.

¿Qué es entonces lo ideal? Bueno, si decides poner en práctica la filosofía china del yin y yang, pues lo que mejor te viene es intentar ser equilibrada. Si te toca discutir con él, hazlo sin alterarte – no importa que él esté en medio de una rabieta. Enfréntalo sólo cuando creas que es verdaderamente necesario y no huyas ni te resignes ante problemas que ameriten una discusión a fondo.

No esperamos que los conflictos de pareja desaparezcan – todo el mundo discute o pelea de vez en cuando – pero trata de que sean la excepción en tu vida, no la regla. Con el tiempo te darás cuenta de que probablemente peleas con él porque lo amas, pero también de que los conflictos son la piedra en el camino hacia el crecimiento de su relación afectiva.
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