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Enfadarme con los hijo

Tienes derecho a enfadarte
Un hijo es realmente un milagro. Desde que se está formando en el vientre materno papá y mamá ya lo aman y desean lo mejor para él. Pero la crianza no es fácil, al contrario, se trata de un camino largo donde no hay nada aprendido y a veces, sin poder evitarlo, nos enfadamos


Aunque la mayoría de parejas que tienen hijos los traen al mundo con las mejores intenciones de amarlos y cuidarlos hasta que puedan valerse por sí mismos, no son pocas las ocasiones en que los chicos u otras situaciones externas provocan la ira paterna.

El secreto de sortear una situación así es tener la capacidad de asimilar cada experiencia con madurez y superar los conflictos con una actitud positiva que nos permite aprender hasta de nuestros propios errores.

Todos tenemos el derecho a expresar ira y es que la vida nos presenta muchos obstáculos y su ritmo, tan acelerado actualmente, hace que nos saturemos de obligaciones y nos obliguemos a dar todo lo que tenemos para ser excelentes profesionales, buenos esposos, amigos, hijos y mejores padres.

La presión que demandan todas estas tareas, en ocasiones nos lleva a tener explosiones. Puede ser que el blanco sea precisamente el más chico de la casa: tu hijo.

A todos les pasa:

Aunque mamá también es blanco de este feo pero, al fin y al cabo, muy humano sentimiento, dedicamos este espacio a la ira paterna. Hablemos de las causas más comunes...

Rígidos e intransigentes:

Si bien la ira paterna puede ser motivada por un motivo casual, también hay problemas de personalidad ligados a la postura que adoptan las personas frente a la vida de familia.

Un hombre inseguro de sí mismo, suele sentir que el resto de personas son una amenaza para él y se enfada con mucha facilidad, especialmente con aquellos que comparten su cotidianidad.

Estos padres, por lo general, son rígidos e intransigentes con sus hijos. Para ellos no hay grises porque todo lo ven blanco o negro y, a menudo, reprenden a los chicos aún sin tener razón. Después, se dan cuenta que han cometido un error pero son incapaces de pedir perdón. Un padre así, difícilmente puede ser amigo de su hijo porque no hará nada por ganarse su confianza. Probablemente sus hijos serán tan inseguros como él, gracias a la crítica constante.
No podemos dormir:

Comenta Germán: "Trabajo doce o más horas diarias. Afortunadamente, me han dado un cargo de mucha responsabilidad en la oficina, pero demanda un esfuerzo enorme. Cuando llego a casa, a veces más allá de la medianoche, encuentro a mi esposa malhumorada y desaliñada.

Tanto ella como yo llevamos muchas noches sin dormir completo. Juan Carlos, nuestro bebé de 9 meses, llora a cada rato y hay que atenderlo. Estoy irascible todo el tiempo y a veces quiero darle una nalgada para que se quede callado de una vez por todas".

Antes de considerar seriamente la posibilidad de la nalgada, Germán y su esposa deberían analizar la posibilidad de educar el sueño del bebé, quien, si bien es el centro de su mundo, no es el único que tiene derecho a protestar y a exigir atención.
Demasiada permisividad:

Una cosa es el juego y otra la falta de respeto. A veces los padres permiten que los chicos se pasen de la raya con sus juegos y les dejan morderlos, decir groserías, meter sus manos en la comida o revolcar las camas pisándola con los pies sucios. Esto puede pasar tantas veces que un día, sin previo aviso, la ira paterna podría desatarse.

Lo mejor en estos casos es imponer pautas de comportamiento al niño desde que es un bebé para evitar futuras explosiones de ira que sólo traerán malos ratos.
Me trataron igual:

Hombres cuyos padres fueron demasiado enérgicos y agresivos, suelen repetir este patrón con sus propios hijos y se expresan a gritos o peor aún, con agresiones físicas.

Si sabes que pasaste por situaciones así, lo más probable es que no desees que tus hijos experimenten los mismos miedos y frustraciones que tú. Si tu caso es severo, busca ayuda profesional. La primera agradecida será tu familia, pero actúa antes de que dejes huellas profundas e irreversibles resentimientos en aquellos que te aman.
Presiones económicas:

La dinámica social y el sistema económico en que nos desenvolvemos, nos somete a muchas presiones. Los niños demandan cuidados, ropa para diversas ocasiones, pañales, leche (a veces fórmulas especiales muy costosas), frutas, verduras, un coche, cuna, sillita para llevarlo en el carro, un bonito decorado para su cuarto, asistencia médica y medicinas, vacunas, una guardería o pagarle el sueldo a la cargadora, en fin...

Recuerda que en ocasiones nos excedemos en querer dar al bebé demasiadas cosas que podrían resultar inútiles. Haz un inventario real de lo que él necesita de manera que cubras sus necesidades sin ir más allá y gastar el dinero banalmente. Si te sobra, ábrele una cuenta bancaria donde deposites dinero periódicamente para su futuro.
Celos:

No te sientas mal si experimentas celos de tu propio hijo porque tu esposa se ha dedicado a atenderlo en cuerpo y alma. Antes de expresar tu ira por este motivo, habla con ella y explícale claramente lo que estás sintiendo.

Probablemente ella no se ha dado cuenta que te sientes abandonado e iracundo. Quieres a tu hijo pero también necesitas sentir el amor de tu pareja. No te quedes callado, tu ira podría acrecentarse y el problema volverse incontrolable.
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